En este 2017 se cumplen 202 años de lo que se considera el nacimiento de la prensa uruguaya. Fue José Artigas quien puso un mojón en la historia que perdura hasta nuestros días. El 23 de octubre de 1815, Artigas envió un oficio al Cabildo de Montevideo, promoviendo la libertad de prensa y reconociéndola como “un herramienta fundamental”. Artigas se refería a “Prospecto Oriental”, la primera publicación que no era ni porteña, ni inglesa, ni portuguesa como las que circulaban desde antes de 1800 en la Banda. Han pasado 202 años desde aquel primigenio país, cuando Artigas se dirigió al Cabildo para que brindara todo el apoyo necesario a la naciente publicación. Artigas definió aquel proyecto, de una forma sólida y cruda: “tan noble como difícil empeño” . Hoy, 202 años después, cualquier proyecto periodístico nace marcado por esa definición: “noble” pero” difícil”.
Recuerdo que en 2004, recibí un reconocimiento de la filial uruguaya de la Asociación Internacional de Periodistas de Economía y Finanzas, por ello tuve como “premio” poder visitar importantes medios de comunicación de Argentina y entrar en contacto con periodistas y directivos de empresas como Radio Continental o diario La Nación, entre otros. En aquella oportunidad, al reunirnos con uno de los principales directivos de la empresa, en su despacho, había un cuadro con la reproducción de una tapa del diario La Nacional. Aquel ejemplar correspondía a los años cuando la Argentina vivió sus crisis más profunda – política y económica – en la década del 2000. Cuando la crisis inevitable explotó, sorprendió al diario en pleno proceso de una fuerte inversión para modificar todos sus sistemas de producción y distribución. Era una inversión de decenas de millones de dólares. El día que toda aquella inversión se inauguró, en un momento muy duro de la crisis, la noticia fue el propio diario. La tapa mostraba una vista panorámica del enorme sistema de impresión con la tecnología más avanzada de américa latina; el título que acompañaba aquella imagen era “Un acto de fe”. Ese mansaje, contenía una fuerte carga de esperanza en que se superaría la crisis y de confianza en poder seguir adelante, pues la actualidad, en ese momento, mostraba como una locura haber seguido adelante con tremenda inversión cuando el país se desmoronaba.
Un proyecto periodístico representa un “tan noble como difícil empeño” que es “un acto de fe” en sí mismo. Hacer periodismo, es “un acto de fe”, que se renueva cada día, cuando hay convicciones firmes de cuál es la función que se debe cumplir. Las funciones de informar, comunicar y difundir, perfectamente las desarrolla un funcionarios público encargado del área de prensa de cualquier ambiente estatal. También la encara un gerente de comunicaciones de una empresa privada; o hasta una agencia de publicidad se compenetra en esa labor. El periodismo debe ir un paso más lejos. Como premisa clave, el periodismo debe proponerse contar algo que alguien no quiere que se cuente; eso está muy lejos de los actuales repetidores de comunicados y versiones oficiales que pululan en diarios, webs, radios y canales. Hacer periodismo es, por lo menos, incomodar. Hacer periodismo es molestar. Es estar atento a que el poder, del tipo que sea y dónde sea, no se sienta impune ante un error o un desvío; que se sienta observado, monitoreado, controlado. Se debe tener en cuenta que el poder está en todas partes, de todas las formas y con mil rostros. El poder, es un gobernante político, pero también es un jefe de policía y una autoridad empresarial. Pero “el Poder” también es un Inspector de Tránsito, un agente policial, un gerente comercial… el Poder está en todos lados, al poder lo define quien está por debajo en un etérea escala jerárquica. El periodismo no es “el cuarto poder”; el periodismo no es poder, es contra poder.
Nadie puede negar que la sociedad actual atraviesa un serio decaimiento en su nivel de convivencia armónica; hay mil problemas que explotan continuamente por todos lados. Desde el ambiente familiar más íntimo, hasta las más altas esferas públicas, en el aula de una escuela, en un establecimiento rural, en una cancha de fútbol o en una reunión de amigos, hasta en el corazón de un parroquia. Cada problema esconde una solución. Esa solución siempre estuvo ahí, mientras se gestaba el problema y aun cuando explotó. La indiferencia, el “no te metas”, la ignorancia y la corrupción, son algunos de los factores que alimentan los problemas y evitan las soluciones. Esa es la lógica enfermiza en que la sociedad se mueve en la actualidad.
Sabiendo que se está gestando un problema, preferimos dilatar su abordaje hasta cuando ya es demasiado tarde y hay que salir de apuro, en improvisar soluciones que nunca quisimos considerar. Así, con ese vértigo, vivimos emparchando problemas, corriendo de un lado a otro, como si corriéramos por un salón colocando ollas para acumular el agua de lluvia que se cuela por cientos de goteras. Es en este escenario esquizofrénico, donde el periodismo cobra una importancia trascendental. No se trata de agobiar con problemas, sino de señalar las cosas que no están bien para prevenirnos de males mayores.
Periodismo, es señalar los agujeros en el techo, mucho antes de que empiece a llover, porque cuando la lluvia arrecie, de nada servirá buscar culpables, en vez de haber exigido, antes del temporal, que los responsables taparan los huecos. Haciendo esa labor preventiva, las ollas seguirán siendo receptáculos para el alimento y no recipientes para acumular agua del techo. Ese “responsable” se molestará con el periodista cuando le señale el agujero en el techo, mientras disfruta de su poder tendido al sol. Pero, si el periodismo logra hacerlo mover y reparar los agujeros, tampoco le agradecerá cuando comience a llover y pueda refugiarse en el salón reparado.
Por ello el periodismo solo debe esperar molestia por su trabajo y jamás agradecimiento. El periodismo no pide perdón por molestar ni incomodar .
Las redes sociales, tan difundidas en estos últimos años, no son una amenaza para el periodismo; por el contrario son una herramienta tremenda de difusión, intercambio y retroalimentación. Solo los “periodistas” mediocres pueden temerle. Solo los “periodistas” incapaces pueden preocuparse por ser sustituidos por las redes sociales. Por primera vez en la historia de la humanidad estamos todos conectados, la enorme mayoría de la población está interconectada. Nunca antes se había dado una intercomunicación tan masiva como personal. Estar abiertos y atentos a las redes sociales, nos permite acceder directamente – y en reserva si lo queremos – a miles de fuentes de información; cada vecino, cada gobernante puede brindar información sin exponerse ni comprometerse. Pero además, ya no solo se trata de conversaciones telefónicas, sino la transmisión de fotos, videos, audios, y por supuesto, textos. El periodista, tiene la obligación de darle una carga de profesionalismo a cada material. Condición que no se le puede exigir a un vecino que denuncia en las redes.
El periodista está completamente dedicado a procesar información; el vecino tiene otra actividad y simplemente acciona o reacciona, ante un episodio puntual. El periodista, debe tener contactos confiables y sólidos para obtener respuestas, asís sea en reserva. El vecino no tiene entre sus prioridades construir una agenda de contactos a tales efectos. Un periodismo bien trabajado será siempre factor de consolidación de una información, aunque rumores sobre esta puedan estar circulando masivamente en las redes sociales, será “verdad” cuando un periodista lo publique; claro, esa función solo cristalizará si el periodista ha forjado su credibilidad.
Periodismo no es recoger el comentario en Facebook de un dirigente político, para publicarlo como noticia. Periodismo es tomar ese comentario como insumo para profundizar en contacto directo con ese actor o contextualizar ese comentario. No tiene sentido transformar en noticia, un comentario de facebook o un twitter, pues seguramente miles de personas lo habrán visto directamente, aun mucho antes de que el periodista lo transforme en noticia. Analizar, contextualizar y profundizar, son tareas que debe encarar el periodismo, inclusive, aplicar esas tres acciones a su propio trabajo. La actualidad lo exige.
Son excelentes tiempos para el periodismo. Son excelentes tiempos para toda la sociedad. Periodismo es recoger información, analizarla y darla a conocer, entonces, “periodistas somos todos”, la única diferenciación radica en el grado de profesionalización que aplique cada uno a esa labor.
Por todo esto, en este 23 de Octubre, Día del Periodista, solo puedo desearles un muy feliz día para todos; para todos sin excepción. El objetivo sigue siendo el mismo: dignificar el periodismo y humanizar la comunicación; y en eso estamos.
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