Me enteré por la radio, como no podía ser de otra manera… Hay personas que se merecen la memoria eterna. Hay gente que merece vivir en cada paso de la vida, en cada día de todos. Omar Gutiérrez es una de ellas. Recuerdo ser un niño y verlo pasar por mi casa de infancia. Alto, pelo largo, lentes que disimulaban su gigante nariz, desgarbado y con una tremenda simpatía. Recuerdo a mi madre llamando a CW41 para participar en sorteo de “caramelos Sky” o por las entradas a los “Martes Populares del Cine Artigas”. Gracias al programa del “Flaco” en «la 41», fui por primera vez al cine; recuerdo que la película era “Atrapame si puedes” con el protagonismo de Danny Kaye. Yo tenía ocho años. Recuerdo a mi madre pidiéndome que fuera hasta la radio para levantar una bolsa de caramelos que se había ganado en el programa “Polentísimo” de aquel flaco. Recuerdo, agarrar la bicicleta Liggi y tirarme contraflecha por calle Artigas a toda velocidad, para llegar a la radio, como si aquello fuera una misión perentoria. Recuerdo a mi padre, señalándolo y diciendo “ese es el hijo de mi amigo Tajito”. Miles de comentarios sobre el impecable «Tajito» sus hijos «El Clavo», Pelusa» y el infaltable «Flaco». Recuerdo, verlo con una carretilla parlante y batería, dando vueltas a la plaza 33, promocionando la Semana de la Juventud, cuando no se podía promocionar ninguna reunión. Recuerdo cuando el “Flaco” se fue a conducir un tren en la noche de la radio montevideana. En mi casa, era una “obligación moral” escuchar a Omar al frente del “Tren de la Noche”. Era un reconocimiento, era un apoyo silencioso que se le brindaba a aquel maragato, aunque hubiese vivido sus primeros años en Guichón. Después saltó a la tele nacional y su barrio fue el país entero, acompañado de miles de “vecinas”.
Recuerdo, que fui creciendo y fue cambiando mi percepción de aquel “Flaco”. Recuerdo el histórico espaldarazo al carnaval y a las cumbias recuerdo su nueva forma de hacer televisión, sin protocolo, sin filtros; honesto y franco. También recuerdo las charlas de esquina sobre comunicación , periodismo y política. Recuerdo sus millones de detalladas anécdotas y su inquebrantable humor. Recuerdo verlo envejecer. Recuerdo verlo caer y levantarse. Omar Gutiérrez es el “Paco Espínola” de nuestra época. Con sus cigarros y su mate, con sus voz profunda y contundente… como «Paco». Vivió con una honestidad brutal, con una calidez contagiosa y compartió todo. Como «Paco». Fue nuestro “Paco” moderno, criticable por cercano, admirable por su empatía. Fue nuestro “Paco” de kilombos y boliche, de posturas políticas sólidas e irreverentes.
No me gustan los obituarios, menos me gusta esta modernidad donde cuando alguien muere “todos fueron amigos”, todos suben fotos, todos lo recuerdan. Comparto estas líneas, como parte de un responsabilidad ante una persona que tngo grabada a fuego en mi memoria de niño y de distintas formas, en toda mi vida. Comparto estas líneas porque no puedo dejar pasar la angustia por su muerte. Vendrán ahora los oportunistas a carroñear su figura. Yo prefiero, íntimamente, recordarlo y revivirlo en cada gesto… salú Omar, andá aprontando el mate que la rueda será grande. Yo llevo “los sólidos”.
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