En pocos días se producirá el recambio de tropas uruguayas en la República Democrática del Congo. El Ejército procederá al relevo de unos 800 militares uruguayos en ese país africano, tan grande y rico en naturaleza, como empobrecido y castigado por las miserias humanas. Fui seleccionado por el Ejército Uruguayo para acompañar la Misión de Paz de la ONU. Desde San José a la ciudad de Goma. Unos 35 militares maragatos integran el Batallón que se trasladará 9.000 kilómetros, junto a cientos de efectivos de otros departamentos, para brindar el apoyo y asistencia que la cruda realidad congoleña requiere. La labor que el Ejército Uruguayo ha venido realizando en Congo, ha recibido el reconocimiento internacional, pero también del propio pueblo congoleño. “Los uruguayos hacen la diferencia”, dijo un alto funcionario de ONU, en un reciente reconocimiento brindado a las milicias compatriotas. Un orgullo que se contagia, un orgullo que refuerza la responsabilidad de plantar nuestra idiosincrasia oriental en suelo africano, para ayudar a construir paz.
La sobrecogedora situación de la República Democrática del Congo, obliga a plantearse objetivos profesionales y personales. En lo periodístico, observaré especialmente lo relativo a la compleja realidad política de ese país, pero también recogeré información en materia de seguridad en su amplio espectro, ya sea ciudadana, alimentaria, sanitaria, etc. Además, hay un tema de fuerte interés personal, pero obviamente también periodístico, que tendrá particular énfasis: Todo lo relativo a la infancia congoleña.
Un conocido compositor e interprete griego, ya fallecido, llamado Demis Rousssos, hizo muy conocida una canción que se llamaba “Un mundo de hombres niños”, allá por la década de los ochenta. Su potente melodía, solo se equipara al canto de esperanza que enuncia. El desarrollo de un niño necesita cariño, alimentación y formación, pero por sobre todo un niño necesita PAZ. Con este vital elemento, ese niño podrá alcanzar y aprovechar todo lo demás. En PAZ, un niño podrá desarrollarse en su crecimiento físico, en su educación, en su evolución intelectual, podrá jugar mientras se procura alimento aún en condiciones de naturaleza hostil, podrá afianzar su carácter positivo, podrá proyectarse a un futuro lejano de conquistas personales y colectivas. En un ambiente de PAZ cada niño se transforma en un transformador. Podrá cambiar su entorno y dar un ejemplo al mundo. PAZ, es libertad, es seguridad, es salud. PAZ es alegría y felicidad, es tranquilidad y firmeza. La PAZ es la base y garantía del desarrollo humano. La PAZ es todo.
Cuando la PAZ se pierde, se pierde todo y el caos gobierna, aconsejado por las mezquindades humanas de todo tipo. Cuando la PAZ se pierde hay que volver a forjarla, a formarla, a cultivarla desde lo más simple a lo más complejo. La PAZ no conoce de idiomas, de religiones, de territorio, ni de política. Si reina la PAZ, no hay fronteras y todo fluye sin traumas. La lesiona la ambición de poder, la corrupción, la mezquindad, en su inequívoca faceta de violencia con mil caras. Lo maravillosamente real, es que la PAZ es indestructible, inmortal, su espíritu está siempre, aunque solo represente el tamaño de una migaja de pan o una pequeña gota de agua. La PAZ tiene su semilla en todo lugar, caso y cosa, o en cada gesto. Solo hay que encontrar los caminos para forjarla, formarla e informarla para que se reproduzca, multiplique y crezca. Los niños son semilla de paz. Los niños son PAZ. Así como cada niño es una potencial semilla de PAZ, cada adulto tiene en su corazón un niño inmortal y por lo tanto, cada adulto tiene una latente semilla de PAZ que debe ser regada en cada paso y sembrada en cada gesto.
Trataré de aportar mi granito de arena con lo que se hacer: comunicar en todas las formas posibles. Pero además de la misión profesional, llevo conmigo un cometido especial, más íntimo y personal; ser correo de paz y felicidad. Seré un mensajero, encomendado por niños maragatos. Llevaré a un orfanato congoleño llamado “Amour”, una serie de dibujos realizados por escolares de San José de aproximadamente ocho años de edad. La intención es tan simple como poderosa “llevar a esos niños un poco de felicidad” según dijo mi pequeña hija. De regreso a Uruguay traeré los dibujos que los niños congoleños envíen a sus “nuevos amigos” uruguayos. Un simple gesto, un humilde intercambio entre niños de dos mundos muy diferentes, que los unirá para siempre. Serán trazos, formas y colores, que no necesitarán traducción, ni leyendas, ni explicación. Esos dibujos serán documentos para no sentirnos solos, para tener esperanza, para saber que –acá y allá – un niño sonríe al reconocerse contemplado y atendido en el gesto de un simple dibujo. Esos “documentos” en el “Mundo de Hombres Niños”, sin dudas, tendrán un enorme valor para el corazón de unos y otros. Portarán algo que ni la comida, ni la ropa pueden aportar por sí solas; llevarán cariño, amor, amistad; estarán cargados de alegría y esperanza; impregnados en inocencia y buena voluntad… Un valioso cargamento que cruzará el mundo, en recíproca Misión de Paz y deseo de felicidad.
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