Hace pocos días, en el transcurso del mes de enero 2019, las autoridades de la Intendencia de San José anduvieron recorriendo las playas “inaugurando” nuevos sectores “ inclusivos”. Un discurso carísimo en San José que lejos está de contemplar el real derecho de personas con su capacidad de movilidad disminuida. Un verso que ni ellos mismos se creen. Inauguran estructuras de madera montadas sobre la arena. Sonríen a las cámaras y salen corriendo de vergüenza. Un ejemplo contundente de la desprolijidad, la falta de planificación y controles se registró en el balneario Kiyú. Con un costo que superó los 400.000 pesos, hace algunos días se inauguró una deck con rampa y plataforma que supuestamente permitiría la accesibilidad a la playa de personas con sus facultades motoras disminuidas. Al momento de ser inaugurada esta estructura varias personas notaron las irregularidades en su construcción. Material de mala calidad, daba forma a una plataforma cuyo diseño nada contribuía a la movilidad y para colmo con una terminación desprolija. Costó 400.000 pesos. Pocas horas después de ser inaugurada, debió desmontarse para corregir las serias desprolijidades y defectos que presentaba. Por ejemplo, la rampa para sillas de ruedas que pretendía salvar el desnivel de casi un metro de altura entre la plataforma y el nivel de piso en la arena, era una tomada de pelo.
En la foto se observa con claridad la inutilidad de esa rampa. Es notorio que debido a la inclinación, más que bajar por allí, una silla de ruedas se debe dejar caer. Para subir es claro que resulta imposible hasta para una persona que use sus piernas. ¿quién diseñó esa obra? ¿Quién controló su armado?. Además de ser un rampa muy inclinada, también era muy angosta y sin barandas. Por si todos estos defectos fueran pocos, el adefesio que fue presentado como un elemento de inclusión y accesibilidad, estaba atado con cuerdas. Si, atado rudimentariamente con cuerdas plásticas, como se aprecia en las fotografías. ¿400.000 pesos?. Pocas horas después de “inaugurada” la plataforma fue desmantelada y como si fuera poca desprolijidad, un improvisado cartel de cartón y escrito a mano, pedía disculpas a “los turistas”. Nadie controla nada, esa es la percepción. Esta situación puede resultar un ejemplo pequeño, anecdótico, pero muy representativo de una gestión que maneja con desinterés los dineros públicos.
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