Con el financiamiento directo de la Intendencia y del Ministerio de Obras Públicas, hace ya dos años comenzaron los trabajos de mantenimiento en la Basílica Catedral de San José de Mayo. Además, se recurrió a campañas de “colaboración” para que la población aportara dinero con la finalidad de contar con mayores montos de dinero para seguir con otras tareas de reparación.
Este emblemático edificio completó su construcción en 1874, tras 17 años de trabajos realizados con el aporte exclusivo de toda la población. Los vecinos de la primaria Villa Saint Joseph aportaron cada uno lo que pudo; algunos solventaron íntegramente la compra y traslado del mármol de carrara, otros imposibilitados de colaborar con dinero, entregaron hasta gallinas para ser vendidas en beneficio del futuro templo; y otros ciudadanos imposibilitados de contribuir materialmente, aportaron horas de trabajo. Fue una verdadera epopeya ciudadana, que concretó una de las obras arquitectónicas más imponente del país. Esos datos están recogidos detalladamente en el libro de Barros Pintos destinado a la historia de este pueblo.
Los azulejos Pas de Calais, revestían la cúpula desde aquellos tiempos. Durante más de 140 años, su celeste luminosidad fue un seña identitaria de San José. Pero por falta de previsión, fueron cambiados recientemente por baldosas brasileras que ni siquiera se asemejan en su color a los azulejos originales. Oficialmente, nadie hizo nada para impedirlo. La iglesia, como siempre, acomodada entre clases políticas y económicas, llevó adelante la obra de degradación del Monumento Histórico Nacional en que se convirtió la Catedral desde octubre de 1990.
Desde la iglesia se ha tratado de justificar este mamarracho histórico e inclusive hasta la actual comercialización de los añejos azulejos, ha sido negada como “venta” y calificada de “colaboración”. Que Dios los perdone!. En estas últimas horas el periodista Pablo Melgar de diario El País, publicó una nota referida a la obra en la catedral y particularmente en su cúpula mayor (http://www.elpais.com.uy/informacion/nueva-cupula-san-jose-catadral.html. En ese artículo periodístico, el reconocido arquitecto Alejandro Artucio, Director del Museo del Azulejo en Montevideo, calificó de “asesinato” lo que hicieron en la cúpula de la Catedral de San José.
Se refería específicamente al improvisado cambio de históricos azulejos por baldosas brasileras. En la notas, Artucio fue categórico al señalar “destruyeron un monumento histórico a nivel mundial». El veterano arquitecto, recordó que la cúpula de la Catedral de San José, “estaba considerada como la mejor del mundo con azulejos Pas de Calais” y contó que se comunicó con el Director General de Cultura de la Intendencia de San José, Juan Carlos Barreto, para conocer la situación. En esa conversación Artucio recordó, que Barreto le dijo que la cúpula “había quedado linda”.
Puntualmente en la nota publicada por Melgar, Artucio dice: “Hablé con el director de Cultura de San José y me dijo que había quedado muy linda, le respondí que habían hecho un asesinato”. Resignado ante la brutalidad de la obra, irónicamente, Artucio dijo que “en la próxima reunión de la directiva del museo propondrá un minuto de silencio en memoria de las piezas perdidas en San José”.
Artucio, que se ha visto fascinado con el arte de los azulejos, ha conformado el Museo que reúne decenas de miles de ejemplares, está situado en calle Yi 1444 de Montevideo y en la actualidad pertenece a la Intendencia. Mientras tanto, en la misma nota de diario El País, el obispo Arturo Fajardo, defiende la venta de los históricos azulejos en coquetas cajas de cartón decoradas con una fotografía aérea de la catedral y con un certificado de autenticidad firmado por él. Se debe pagar $1.500 por cada caja. En cada paquete viene un pedazo de la loza de revestimiento de la cúpula donde hay cuatro azulejos amurados.
No se planificó dejar azulejos para construir una mínima obra que sirviera de testimonio de lo que una vez fue la cúpula. Esa es otra muestra de la falta de previsión, de sensibilidad y de respeto por la historia de la comunidad maragata. Una vez confirmada la burrada, podrían haber planificado preservar un puñado de azulejos que quedarán exhibidos al público, accesibles a la propia comunidad y a los visitantes. Exhibirlos en una calzada, en un mural, asi fuere en un banco, algo; peor que quedará el testimonio de lo que una vez fue “la mejor cúpula del mundo con azulejos Pas de Calais”. No, todo se vende en coquetas cajas. El obispo Arturo Fajardo confesó en esa nota que solamente se guardaron 100 azulejos, los demás se están vendiendo. “Fajardo señaló que se guardaron 100 azulejos sanos para ser distribuidos entre especialistas interesados en el tema”, dice la nota de Melgar. Resulta inadmisible entender el silencio de la Comisión de Patrimonio Nacional en todo este atropello; quizá la piqueta fatal del progreso también destrozó el sentido común.
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