Poco antes del mediodía de este domingo pasado, un joven matrimonio llegó a su casa tras haber salido, por unos minutos, a disfrutar de la soleada jornada. Encontraron la puerta de su casa abierta; la había roto de una patada. También estaba abierta la puerta del fondo. Además de revolver algunos sectores de la casa, habían robado una mochila, donde el hombre lleva las cosas de su trabajo. Es policía. El arma estaba dentro de la mochila. En medio de la impotencia por el hurto, se llamó a la seccional segunda de la ciudad de San José. Pocos minutos después, el 66% del personal afectado en ese horario, llegó al domicilio hurtado. Un patrulllero, con dos policías jóvenes, una mujer y un hombre. En la seccional segunda quedó el 33% del personal efectivo en ese horario, un solitario policía quedó en la seccional que trabaja con media planta urbana de la capital departamental. Tres policías en el turno de la segunda seccional del departamento. Al rato llegó una camioneta con dos efectivos de policía técnica, que hicieron las pericias dentro de la finca. Realizaron su trabajo y se fueron, mientras los dos policías del patrullero, tomaban datos de los damnificados y recogían testimonios de vecinos. Ya para después de las 14 horas, los efectivos del patrullero, miraban sus relojes pues tenía que irse a custodiar un partido de fútbol. El hombre damnificado, tras el trabajo de Técnica, fue informado que debía ir hasta la seccional segunda porque el Oficial a cargo lo estaba esperando para tomarle declaración. Ya habían transcurrido tres horas del robo, y el hombre dejó sola a su mujer con la pequeña bebe, y caminó dos cuadras hasta la seccional segunda, donde lo esperaba “ya” el oficial. En este punto, con la aparición del Oficial, se había incrementado en un 33% el personal de esa seccional, ahora había cuatro efectivos para una población de aproximadamente 12.000 ciudadanos. Al menos, en las primeras tres horas de ocurrido el robo no hubo rastrillaje, no hubo revisión de los alrededores. No había personal para hacerlo. En este contexto, es inevitable sentir un fuerte grado de desprotección y de vulnerabilidad por parte de los vecinos, como de impotencia por parte de los policías actuantes. Así es imposible combatir el delito. El accionar policial se limita a correr de atrás, muy de atrás, a los chorros. Así se está lejos, muy lejos, de pensar en tareas de prevención o disuasión. Esta falta de personal policial, no fue un caso aislado y puntual, es una situación constante y generalizada en el departamento. Al repasar seccional por seccional, esta triste realidad se repite en todo el departamento. Turnos con tres policías, máximo cuatro, que se ven seriamente limitados para atender los llamados de la población. Con esta realidad, es lógico entender por qué la Jefatura espera a recibir las denuncias para después esperar un golpe de suerte que permita aclarar algún caso. Por eso cuando aparecen casos graves, como de homicidio, se sacude su estructura y salen a barrer los barrios para tratar de arrancar fortuitamente algún resultado o pista. Así, es imposible plantar con seriedad tareas de prevención, pues ni siquiera logra ese efecto la menguada presencia policial. Con este escenario, es una utopía planear la prevención y solo queda como triste resultado “correr de atrás” a la delincuencia y simplemente dejar registradas sus andanzas.
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